Buscando la inspiración

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ARTÍCULO PUBLICADO EN LA REVISTA DIAPASÓN

La imagen -ciertamente desfasada, pero encantadora y muy decorativa- de una oronda señora levitando alrededor del artista y vertiendo sobre él una cornucopia rebosante de genial inspiración divina difícilmente será compartida por el propio artista de carne y hueso, que defenderá que su trabajo no está dictado por las musas, sino que es fruto de disciplina y oficio. Ya saben, lo de que “el genio es 1% inspiración y 99% transpiración”, frase que unos atribuyen a Edison y otros a Picasso, variando en este último caso el porcentaje en 10 % y 90 % (por lo que se ve, el malagueño sudaba menos). De acuerdo, de acuerdo, pero no podemos negar la importancia de esa parte de, llamémosle, intuición. Una imagen, un libro, una experiencia personal, un acontecimiento histórico… cualquier tema puede servir de empujón, de “chispa” inspiradora o excusa para que el artista desarrolle su obra. Así Beethoven encuentra en la majestuosa naturaleza el tema para su sexta sinfonía, la Pastoral, Richard Strauss le da a la filosofía de Nietzsche con su Así habló Zaratustra o Luis Fonsi encuentra en un libro de física ideas para su célebre cantata: un poco de mecánica clásica (“Despacito, pasito a pasito”), algo de electromagnetismo (“Tú, tú eres el imán y yo soy el metal”), acústica (“Deja que te diga cosas al oído”), mecánica de fluidos…

Pero al lado de elevadas reflexiones y temas trascendentes como la naturaleza, el amor, la muerte o el arte, en la Historia de la música encontramos también obras “inspiradas” en los motivos más absurdos y composiciones que surgieron de la forma más rara que podamos imaginar. Y como nos encantan las cosas raras, aquí van cinco ejemplos:

EL SUEÑO DE TARTINI

Resulta que el compositor italiano Giuseppe Tartini (1692-1770) escucha en sueños al propio diablo interpretar con su violín una música maravillosa. Al despertar, se pone inmediatamente a escribir su sonata en Sol menor para violín y continuo, conocida como El trino del diablo por su cuarto y último movimiento. Aunque crea su mejor obra -y una de las más exigentes para violín hasta la llegada de Paganini– el músico se lamenta de que no le llega a la suela de los zapatos al señor diablo y casi abandona su carrera como violinista y compositor. Así lo cuenta el propio Tartini según recoge el astrónomo francés Jérôme Lalande en su obra Viaje de un francés en Italia (Voyage d’un François en Italie, 1769):

tartini

EL SUEÑO DE TARTINI (1824) 
Obra del pintor francés Louis-Léopold Boilly (1761-1845)

«Una noche (en 1713) soñé que había hecho un pacto, y que el Diablo estaba a mis órdenes. Todo ocurría de acuerdo a mis deseos, y mi voluntad siempre era cumplida por mi nuevo sirviente. Imaginé que le daba mi violín para ver si podía tocarme algunas bonitas melodías, pero cuál fue mi asombro cuando escuché una sonata tan singularmente hermosa, ejecutada con tanta superioridad e inteligencia que nunca habría ni siquiera concebido nada parecido. Sentí tal sorpresa, tal deleite, tal placer, que perdí el aliento. Fui despertado por esta sensación violenta. Tomé mi violín de inmediato con la esperanza de recordar algo de lo que acababa de escuchar; fue en vano. La pieza que compuse entonces es, realmente, la mejor que he escrito y todavía la llamo “La sonata del Diablo”, pero es tan inferior a la que me conmovió que habría roto mi violín y abandonado la música para siempre si me fuera posible prescindir de los placeres que me proporciona»

LO QUE DICTAN LOS ESPÍRITUS

Continuando con la inspiración llegada del más allá, tenemos el extraño caso de los compositores que siguen escribiendo después de dejar este mundo: ¿Una obra escrita por Franz Liszt casi un siglo después de su muerte? ¡Sí!… o casi. Esta Meditación en Fa# Mayor fue, supuestamente, dictada en 1969 por el músico romántico a la médium inglesa Rosemary Isabel Brown (1916–2001), quien afirmaba que a los siete años de edad se le apareció un espíritu con largos cabellos blancos y vestido con sotana, nada menos que Franz Liszt. Desde 1964, Rosemary Brown comenzó a transcribir composiciones que, según decía, le fueron dictadas por grandes músicos del pasado: Brahms, Bach, Rachmaninoff, Schubert, Grieg, Debussy, Chopin, Robert Schumann, Beethoven, Mozart y Liszt. Se llegó a publicar un LP de la compañía Philips en 1970 titulado A musical seance que reunía 18 de estas piezas inspiradas por los espíritus musicales que, por cierto, se comunicaban con la médium en inglés.

CIRUGÍA MUSICAL

No puede negarse que los episodios autobiográficos pueden ser un buen motivo de inspiración: Hector Berlioz compone su obra maestra, la “Sinfonía fantástica” (1830) a partir de su “amour fou” por la actriz Harriet Smithson (bueno, un poco ayudado también por el opio). Igualmente recurre a un episodio autobiográfico, un siglo y pico antes, su compatriota Marin Marais (1656-1728), músico al servicio de Luis XIV, que describe en “Le Tableau De L’Operation De La Taille” para viola da gamba y bajo continuo una operación quirúrgica que él mismo sufrió: la extracción de cálculos biliares. Por lo que cuenta, un poco del opio de Berlioz no le habría venido nada mal:

“El aspecto del aparato. Temblores al verlo. Resolución para subirse…Marin Marais

…llegada hasta arriba. Bajada del citado aparato.

Reflexión seria.

Se entrelazan cuerdas de seda por brazos y piernas.

¡Ahora se hace la incisión! ¡Introducción de las pinzas! ¡Ahora se extrae la piedra!

…aquí casi se pierde la voz… Derramamiento de sangre.

Ahora se le desatan las cuerdas. Aquí se le transporta a la cama.

… ¡Las primeras salidas!”

EL PIANO DEL VECINO

Naturalmente, las vidas ajenas heroicas y llenas de aventuras son también inspiradoras. El iconoclasta músico francés Erik Satie publicó en 1917 la Sonatine Bureaucratique, una de sus particulares sátiras contra lo convencional. Utilizó como base una obra del célebre italiano Muzio Clementi (1752-1832), cuya obra Doctor Gradus ad Parnassum era de obligado estudio para todos los pianistas de la época. En la Sonatina Burocrática, Satie parodia la Sonatina Op. 36 N° 1 de Clementi y, además, escribe sus habituales indicaciones humorísticas que en este caso narran un día en la vida de un oficinista que sueña con un ascenso para poder comprar un piso mientras su vecino toca el piano. Una vida de lo más gris que solo puede inspirar a alguien como Satie.

ALLEGRO

Ya ha salido. Va alegremente a su despacho ‘gavilándose’. Mueve la cabeza contento. Le gusta una guapa dama muy elegante. También le gustan su portaplumas, sus mangas de lustrina verde y su gorrito chino. Da grandes zancadas: Se precipita a las escaleras que sube a cuestas. ¡Qué ventolera! Sentado en su sillón está feliz y lo demuestra.

 ANDANTE

Reflexiona sobre su ascenso. Tal vez obtenga un aumento sin necesidad de ascender. Cuenta con trasladarse el próximo trimestre. Ha echado el ojo a un piso. ¡Ojalá ascienda o aumente! Nuevo sueño sobre el aumento.

 VIVACE

Canturrea un viejo aire peruano que ha recogido en la baja Bretaña de un sordomudo. Un piano vecino toca una pieza de Clémenti. Qué triste es todo esto. El piano reanuda su ejecución. Nuestro amigo se interroga con benevolencia. El frío aire peruano se le sube a la cabeza El piano continúa. Lástima, tiene que abandonar su despacho, su bonito despacho. Ánimo, vámonos, dice.

LA CANCIÓN DEL CHEF

Finalmente, acerquémonos a la inspiración literaria. No a las óperas, ballets, poemas sinfónicos o lieder basados en Shakespeare, Cervantes, Dante o Goethe, sino a un título bien práctico y popular desde su publicación en 1899: el libro de recetas La buena cocina (La bonne cuisine française: tout ce qui a rapport a la table), de Émile Dumont. Este recetario sirvió de inspiración al compositor y director estadounidense Leonard Bernstein (1918-1990) para escribir un ciclo de cuatro canciones para voz y piano en 1948, en las que el texto de cada una es el de las recetas tal cual, que puede cantarse en su versión original en francés o traducida al inglés. Escuchemos, como muestra, la última de ellas Rabbit at Top Speed (o Civet à Toute Vitesse), una receta para preparar conejo «a toda velocidad». Bon appetit!

 

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